Review | Warcraft


Este charquicán daba para más.
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En un proyecto que despertó interés inicial por estar dirigido por Duncan Jones, quien antes nos entregó una sólida película de ciencia ficción como Moon, esta adaptación de Warcrat deja un mal sabor. Algo que se manifiesta porque su unión de conceptos, razas y personajes fantásticos no funciona, como si fuese un charquicán cocinado de mala forma.
Y considerando que ese guiso es una gran comida, y que aquí podrían haber hecho realmente un mejor charquicán con lo que tenían, la analogía deja en evidencia la falta. Esta película cuenta con al menos la mitad de los ingredientes para haber hecho algo mucho más consistente.
Por eso no puedo sino pensar que aquí hubo más cocineros de la cuenta metiendo mano. Ya sea por la productora Legendary Pictures, el estudio Universal Pictures o la celosa compañía Blizzard, dueña de la olla, los cuchillos y las cucharas con lo que todo se prepara. Desde el anuncio de la película quedó claro que definieron la receta, ya que no querían arruinar a su producto estrella.
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Es una lástima que su mescolanza no se manifieste de forma exitosa, ya que hemos visto este tipo de elementos de fantasía épica mejor construidos en otras producciones. Sí, este Warcraft tienen orcos, guerreros, enanos y elfos de relleno y mucha magia puesta en pantalla de forma atractiva, pero Jones y su equipo fallaron en su fusión. Cuando logran hacer que algo destaque, y lo que salva a esta película es que sí logran agregar un par de ideas relativamente novedosas, la película despega. Pero lamentablemente no lo suficiente como para emprender vuelo.
Aunque esta es una superproducción que cuenta con un gran logro técnico en el campo de los efectos digitales, entregándonos un par de personajes hechos por captura de movimiento que logran transmitir emociones, el no sacar partido a su propuesta le termina jugando mucho más en contra. Sus pifias se vuelven más notorias.
Aún así, no es tan fácil descartar a Warcraft como otras producciones nivelCalabozos y Dragones. Al menos el trabajo de fusión entre la actuación y el arte digital, especialmente lo que hacen con el orco Durotan interpretado por Tony Kebbell, sube los puntos  más allá de si les atraen o no los diseños.
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En esa línea la historia de Warcraft, subtitulada con afán de franquicia como “El Primer Encuentro de Dos Mundos“, presenta de inmediato al moribundo mundo deDraenor, que no es otra cosa más que el desértico hogar de los orcos. En este, una oscura fuerza mágica llamada Fel, que es el concepto más novedoso que aportan y que genera las mejores secuencias visuales, ha succionado toda vida quitándole el verde a las tierras. De ahí que sus residentes necesitan buscar otro lugar.
El problema es que ese objetivo es secundario, ya que antes hay una idea de conquista liderada por Gul’dan, el poderoso jede de los orcos que ha unido a los clanes para formar la Horda y dar el salto al pacífico Azeroth para consumirlo. Lo llamativo es que cuando uno habla de que el Fel succiona la vida es porque literalmente así lo hace. Los orcos usan la magia para drenar la vida de otros seres  al más estilo Shang Tsung, con el objetivo de abrir un portal al rico otro mundo.
A partir de ahí la película podría emprender una ruta de meros bandos, en donde los orcos y la Alianza colisionan, pero la película se vuelve interesante porque cada bando tiene sus pros y sus contra, sus héroes y villanos, su puntos de vista que justifican lo que hacen.
En el medio, esta adaptación además agrega una gran confabulación secreta y un punto mucho más atractivo: existen orcos que no son como el resto, que tienen honor y que creen que la magia Fel es algo destructivo que está contaminado el nuevo mundo tal y como arruinó a su hogar. Eso hace que Warcraft salga un poco del atosigamiento genérico que atrapa al resto.
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El problema es que los orcos, que son lo mejor de la película, no son los únicos protagonistas y la historia inevitablemente da el salto a los humanos, plagados de personajes blandos que no atraen para nada y que están a cargo de actores que no cumplen. Ante esa falta importante, una vez que comienzan a brotar los diálogos expositivos, con los que nos exploran sus respectivos pasados, la película pierde todo grado de novedad. Los que se suponen los héroes del relato se vuelven un cáncer.
En ese contexto hay tres personajes relativamente definidos que toman la batuta: un héroe con armadura (Travis Fimmel) que lidera a la armada, un joven mago (Ben Schnetzer) entrenado para ser el Guardián del reino pero que escapó de sus labores y, finalmente, el más interesante de todos: el propio Guardián (Ben Foster) que protege al mundo con su magia. Pero ninguno logra transmitir emociones heroicas, por lo que el interés general sobre el destino humano da lo mismo.
Junto a ese grupo está además Gerona, una media orco con el peor diseño de todos y que está pésimamente interpretada por Paula Patton, además de un gran rey que en realidad está de adorno durante casi toda la película y otros personajes en los que no vale la pena perder más caracteres.
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El resto es una carrera para forjar alianzas, provocar traiciones y preparar el camino para futuras películas, lo que juega en contra a la posibilidad de que pudiesen resolver de mejor forma temas más interesantes. Ahí están los horrores de una invasión, el sentimiento de los refugiados y lo que están dispuesto a hacer los orcos, que tienen conceptos como honor que los sacan del campo de los villanos sin cerebro.
Pero por muchas cosas que intenten aportar, la suma en Warcraft en definitiva no cuaja. Es como si estuviesen más preocupados de armar todo para futuras secuelas, que de dejar bien armada una primera entrega cuyo cierre se siente gratuito, no ganado, como si el gran número de bajas fuese una anécdota en la historia del gran campeón que se prueba la corona.
Esta adaptación también deja la sensación de que este es un mera introducción a un mundo más grande, de muchas más posibilidades. Lo que quizás no está mal para un videojuego, pero en el cine eso no basta, especialmente cuando aquí se siente la falta de personajes humanos atractivos.
Warcraft es a la larga una película que tiene los ingredientes para ser mucho más sabrosa, pero solo se queda en las intenciones. Peor aún, me deja una idea adicional: si el videojuego es realmente como la adaptación cinematográfica, quizás fue una buena decisión nunca haberlo jugado.

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