Review | Cazafantasmas Que película Para MALA


El nuevo equipo funciona, pero esta película no es ni chicha ni limonada.
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Cada vez que los elementos mediocres brotan en Cazafantasmas, el resultado va mermando su logro mediático más relevante: este es un buen tapabocas para todos los tontorrones que clamaban que esta sería la peor mierda del mundo solo por estar protagonizada por mujeres.
Pero la película de Paul Feig no es lo peor de lo peor solo por existir y divierte al menos para al menos sustentar su despreciable motor. Uno que avanza solo porque su estudio necesitaba estrujar una marca que por años no habían logrado sacar del congelador. No por falta de intentos, sino porque el original era un clásico que parecía inimitable en el escenario actual. Por eso la gran gracia de Cazafantasmases que destaca cada vez que se decide a hacer su propia propuesta, se decide a brillar con luces propias para hacer algo distinto con personajes que no son un calco del original.
Claro que cuando entran a jugar los cameos, y añaden links bastante directos a la película original, este reinicio deja en evidencia ese gran pecado ligado a lo que echó a andar su andamiaje. Uno que está expuesto desde sus créditos iniciales. Tal como lo deja en claro un logo, esta es una producción de los Ghost Corps, una nueva casa productora creada bajo el amparo de Sony y que a partir de esta película está dedicada a explotar esta marca para concretar una proyección de secuelas infinitas.
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Por eso cada vez que salen a la luz las necesidades corporativas, tantos por los elementos hechos para crear franquicia, como las exigencias para evocar al pasado para vender la idea de que esto no se escapa del terreno conocido, la película pierde el norte, le quita puntos a la gracia de su equipo y termina entregándonos una comedia hecha para consumir y descartar. Eso es en resumen  Cazafantasmas.
Aunque era inevitable que estuviesen los guiños al original, aquí no los logran resolver y les terminan jugando en contra porque descolan el foco. Y eso es una lata, porque estas Cazafantasmas se reducen a un producto que da pie a que la masa crítica se enfoque más en la división de aguas que genera, la discusión de género, ensombreciendo todo el resto. Es decir, con eso de partida ya queda en evidencia más de la cuenta que esta es una película que pesa bastante poco.
Pero como no me interesa estancar la discusión en factores externos, también hay que reconocer que por mucho que la película original fuese un clásico, no es tan intocable como la nostalgia tiende a definir. El concepto original se puede abordar sin manchar su legado, ya que no se debe olvidar la existencia de aquella secuela que no estaba a la altura de la primera parte. Ya existió una mala continuación que no implicó precisamente el fin de mundo para la saga. Ahora con estas Cazafantasmas, buscan seguir la liviandad que caracterizó al original, pero añadiendo más pirotecnia digital y más humor irreverente. Tal como lo dicta la norma actual.
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Partiendo de la base que este es un remake que incluye en su elenco a Melissa MacCarthy, al menos valoro que logren sacarle el jugo sin generar el mismo tipo de personaje infumable que ha caracterizado a su filmografía desde Bridesmaids. Es valorable que esta producción precisamente logre proponer algo que no sea nefasto con una actriz acostumbrada a opacar al resto con lo burdo de sus intervenciones. Y gran parte de ello se debe a que el grupo de actrices salva la plata ante una historia base que pesa menos que una aparición fantasmagórica incorpórea.
Dos amigas científicas, interpretadas por MacCarthy y Kristen Wiig, entran en un terreno no científico para abordar el gran interés de su vida: escribir un libro sobre el mundo paranormal de las apariciones fantasmagórica. Años después, ambas tuvieron que seguir caminos separados, pero el texto del pasado atormenta la carrera científica de una de ellas, ya que esta intenta seguir el estirado camino académico en una gran universidad.
Pero todo eso cambia cuando los fantasmas logran ser documentados en video, lo que las lleva a volver a trabajar en equipo ante una amenaza que pone en riesgo a toda la Gran Manzana. Una ciudad que, por lo demás, pone en duda incluso las pruebas en video. Esa venta paranormal tiene que ser viral, tiene que ser un engaño. Pero esa es una idea interesante que intentan mantener hasta el final, pero que no está bien desarrollada lamentablemente.
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Asimismo, más allá de que innegablemente este tipo de producción se vuelve predecible con cada minuto de su metraje, y que con solo ver un tráiler ya anticipas un montón de giros de la historia, en las Cazafantasmas logran armar un equipo que funciona. Lo hacen con diálogos graciosos, situaciones jocosas y mucha tontera que va de la mano a la idea de cada personaje, incluyendo al personaje de Kristen Wiig que se jotea al recepcionista a cargo de un Chris Hemsworth muy gracioso que es puro músculo y cero cerebro.
Aunque las secundarias están obligadas a ser en exceso caricaturas, igual el director y co-guionista Paul Feig – el otro crédito de escritura es de Katie Dippold – se las ingenia para darles el tiempo suficiente en pantalla para que sean mucho más que meras comparsas tipo Winston, que era el personaje afroamericano del original.
Tanto Leslie Jones, una negra muy negra gritona que aporta el ECTO-1 y los conocimientos históricos sobre la ciudad que las otras estiradas no poseen, comoKate McKinnon, el gran descubrimiento de la película que es la Giro Sintornillos de la escuadra  al estar encargada de construir todos los aparatos, tienen más que un mero momento de gloria para lucirse. Sus personajes terminan de vender la idea de que sí estamos viendo un equipo.
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Pero con todas las claves femeninas de la película, y las vueltas de tuerca que eso va dando a cada dinámica cazafantasmagórica, su propuesta se estanca porque para seguir la historia base, crearon una amenaza fome, sustentada en un villano sin gracia.
En las Cazafantasmas, un tipo que no es respetado por nadie, algo así como un espejo de las protagonistas, trama un plan apocalíptico para despertar fantasmas cortesía de sus propias invenciones tecnológicas. Sus visiones de fin de mundo son lo que dan pie a que una legión de almas en pena pasen al mundo corpóreo.
Lamentablemente está mal la ejecución de esa amenaza, ya que si en la película original existía un sustento demoníaco que generaba la escalada de apariciones, aquí se decidieron a hacer que todas las intervenciones fantasmales fuesen provocadas por un villano cuya motivación es tan estúpida como los tics de su locura. Aún así, al menos el trabajo con la creación de los fantasmas, sus diseños, el nivel de los efectos para crearlos y hasta la forma de utilizarlos, salvan la plata para el contexto de esta película.
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Pero además las Cazafantasmas también pecan en otros dos puntos relevantes. En primer lugar, este equipo tienen una galería de diversas armas para atrapar fantasmas. Ya no solo existe el rayo de protones, por lo que se ganan un par de puntos por no copiar la fórmula y proponer algo más. Pero el uso de las armas no siguen ninguna lógica con el relato que van armando.
Primero explican que los fantasmas deben ser atrapados por sus rayos, siguiendo la idea clásica de la saga, pero en la batalla final todo termina importando un carajo y los entes de ectoplasma son aniquilados, reducidos a su mínima expresión o simplemente noqueados. En esa línea, cada arma queda más como un mero pretexto para vender juguetes en el merchandising que otra cosa. El buen momento en que el equipo logra cazar su primer fantasma, que a la larga es el único, se diluye ante eso.
En tanto, y siguiendo la idea de que la película va perdiendo el norte a medida que se aproxima a su clímax, el tercer acto se excede en la pirotecnia sin lograr hacer muchas cosas atractivas. Nunca sacan el jugo a la idea de que el villano despierta a fantasmas de todas las épocas de Nueva York, ya que están más preocupados de hacer tonteras con Pegajoso o del cameo con el Hombre Malvavisco.
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Tampoco ayuda el hecho de que ahorren dinero sacando extras y elementos del fondo, despejando a una ciudad tan sobrepoblada como Nueva York para una batalla final de la que nadie es testigo. Sí, la película sigue la idea de que nadie compra la existencia de sucesos paranormales, y las autoridades buscan desacreditar al equipo negando a los fantasmas, pero esos puntos no cuajan. Están en el aire, como muchas cosas de una película que podría haber sido más sin tanta concesión.
A la larga, las Cazafantasmas es una película que logra validarse por el equipo protagónico que la conforma, pero las notorias bases corporativas que la impulsan, provocan lastres que opacan las cosas divertidas. Nunca se decide a dejar atrás el pasado, no es ni chicha ni limonada. Y ahí está de última  prueba aquella escena post-crédito que busca dar pie a una secuela haciendo un último guiño al original que podría seguir amarrando su futuro.

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