Review | Interstellar


La sobreexplicación cebolla y mécanica le hace una zancadilla a esta ambiciosa y visualmente monumental película.
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Hay una guía clara que mueve a Interstellar. Una idea que cruza su premisa que se mueve entre la cabeza y el corazón. La humanidad se define en última instancia por el amor. Tal como decía el extraterrestre en el clímax de Contacto, nos sentimos perdidos y únicos, pero no estamos solos en este mundo. Por eso la película de Zemeckis es con la que realmente está emparentada Interstellar. Más que con el2001 de Kubrick.
En la apuesta de Christopher Nolan más movida por las emociones, lo que en el fondo hay es una gran exploración del espacio del ser humano en el cosmos, con el foco puesto en la relación entre padres e hijos. Claro que como esta es una película de Nolan, ese amor aquí implica una mezcla de pena, pérdida, nostalgia y muchotemor al tiempo.
En un segundo plano, siendo mucho más interesante que lo anterior, la película también es ciencia y una carta abierta que clama que hay que batallar la ignorancia y la falta de innovación, porque el conocimiento nos lleva hacia adelante en el universo. A partir de ahí, plantean que el individualismo, la sociedad de consumo y la reproducción masiva causan el colapso en un futuro cercano, cortando de raíz la gestación de nuevos conocimientos. Nos fuimos a la B en el Sistema Solar, porque solo importa agarrarse con uñas y dientes de lo que queda.
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En Interstellar no hay post-apocalipsis ni hordas de hambrientos en estado de anarquía. Los niños todavía van a la escuela para aprender las cosas prácticas que necesitan. Solo está la idea de que la humanidad se acerca a la extinción, ya que no crece más vida en el planeta. Es ahí en donde, entre la sequía y la hambruna, las plantas y cultivos se mueren, por lo que en cuestión de décadas no habrá nada más que muerte y desolación. El hombre y a mujer se van a ahogar.
En el planeta ya no importan los ingenieros, los gadgets o la televisión. Para peor, ni siquiera hay tecnología médica, por lo que la suciedad de las tormentas de polvo día a día merman la salud de los que quedan. Las personas de este mundo solo aceptan lo que puede morder y tocar. Tal como nos dicen en un diálogo, ya no es esa gente que miraba hacia el cielo y se preguntaba su lugar entre las estrellas. Solo miran hacia abajo y se preocupan de su lugar en el polvo.
De modo que, como todo se ha reducido a la necesidad de alimentarse, el gran trabajo que queda es ser granjero. Poco a poco han vuelto a las raíces, a la labor que en primer lugar gestó el desarrollo de la sociedad humana. Por eso Cooper (Matthew McConaughey) es un agricultor que se dedica a cultivar lo único que crece en el suelo: maíz.
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Pero la mirada de Cooper está en lo que hay más allá de la estratósfera. Alguna vez fue un piloto de pruebas de la NASA, mucho antes de que la sociedad lo hiciese aterrizar a un mundo en el que los libros de historia enseñan que el hombre no llegó a la Luna y todo fue una farsa para hacer quebrar a la Unión Soviética. Cuando lo conocemos, está arraigado a su hogar. Junto a sus hijos y su suegro. No hay más.
Eso es al menos hasta que “algo”, una fuerza desconocida que al final tendrá una respuesta, quiere que Cooper vaya fuera de este planeta. Una serie de pistas centradas en torno a la biblioteca de su hija, lo fuerzan a elegir entre la unión  de su familia y lo desconocido. Entre dejar a sus hijos o enfrentar el fin.
Pero con el destino de todos en juego, Cooper elige en última instancia el viaje interestelar. El buscar la salvación de todos allá en el espacio, con la idea de atravesar un agujero de gusano que lleva a otra galaxia y que está situado cerca de Saturno cortesía de “un poder desconocido”.
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De ahí que la misión es dar con un nuevo oasis en medio del cosmos infinito para los habitantes de La Tierra, en medio de una aventura espacial con crio-sueño,  agujeros negros, recursos limitados, robots y computadoras programadas con sentido del humor.
Peor aún, cortesía de la la complejidad de la relatividad, también es una carrera contra el tiempo. No solo porque la extinción se acerca, sino también porque cada instante en el espacio cerca del agujero de gusano, implica que la gente en La Tierra se vuelve más vieja. Una situación que hace que la historia quiera importar por partida doble, ya que Cooper quiere volver antes de que sus niños hayan muerto de viejos.
A grandes rasgos, Interstellar es tan ambiciosa y llena de problemas como la historia que plantea. Por un lado, esta aventura de ciencia ficción en términos visuales es todo un logro gigante. Nolan y su equipo hacen uso de efectos espaciales de primer nivel para recrear el sistema solar y, sin olvidarse de locaciones físicas, también lo que hay a miles de años luz de distancia en parajes alienígenas sin vida. Y si en el pasado nos desencajaron mandíbulas con ciudades que colapsaban sobre si, aquí logran hacer funcionar un concepto de cuatro dimensiones de forma impecable.
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Interstellar nunca aburre las pupilas con su magia visual, generando algunas escenas que manejan de gran forma el ímpetu del suspenso, sumándose al decorado auditivo que implica la música de Hans Zimmer.
Por ejemplo, en un momento hay un peligroso intento de acoplarse a otra nave que rememora uno de los accidentes de Gravity. Pero rápidamente esta se diferencia con su propio ritmo, su propia narrativa interna, para sacar el jugo al personaje de McConaughey. Por lejos, lo más destacado en el rol del astronauta idealista.
Claro que aunque este es un viaje que debe ser visto en el cine por aquellos elementos visuales, por otro lado el retrato de Interstellar entre la ciencia y el corazón, la esperanza y el cinismo, no logra hacer completamente  click. Mete el pie en el acelerador y lleva la nave de su relato rumbo a un hoyo del que no logra salir del todo. Eso no está solo relacionado con su clímax al interior del agujero negro.
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El rendimiento de la historia de Interstellar cae a medida que la exposición de su historia se acumula, sobreexplicándonos lo que quizás no deberían. También pierde un poco el norte a la hora de mezclar lo que pasa allá en el espacio, con lo que sucede con aquellos que se quedaron en La Tierra.  Una decisión narrativa que quita tensión a lo que se va construyendo en torno al mundo alienígena.
Volviendo a la comparación con Contacto, si en aquella película utilizan un elemento emocional para dar lógica a conocimientos fuera de nuestro entendimiento, aquí a Christopher Nolan se le pasa la mano. El gran problema deInterstellar es que su director y co-guionista no entendió que a veces hay que seguir ese consejo que dice: “muestra, pero no lo expliques”.
En la película, hay muchas cosas que no detallan. Pero también está el resto.  Nolan aquí cae en el tipo de error que nunca hay que hacer: algo así como contar con peras y manzanas el final de 2001.
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De hecho hay tanta idea puesta sobre la mesa de forma expositiva, que a la larga estas no cuajan del todo cuando nos quitan la venda y nos revelan lo que hay tras el truco. Por eso en el momento en que intentar dar coherencia emocional a cosas científicas, con el objetivo de que entre en el territorio del “todo calza“, la película me perdió.
A grandes rasgos lo hizo porque en sus primeros dos tercios nos hablaron de ciencia y conocimiento, pero en su gran clímax nos piden soltarnos, creer en paradojas fuera de nuestra comprensión y en intervenciones pseudo divinas. No es fácil de explicar sin entrar en detalles y spoilers potentes, pero todo radica en la necesidad de resolver todo su cuento cebolla-emotivo entre el padre y su hija que está al centro de la historia.
Al comienzo Cooper le dice a su hija que la “ciencia es admitir lo que no sabemos”, luego que esta le dice que hay un fantasma en su habitación. En el último acto, no solo nos explican qué es lo que es ese fantasma, sino que también agregan una intervención equis que no era necesario detallar de forma tan específica.  Repito, nunca se necesitó que nos dijeran qué era el niño estelar en 2001.
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Así que pese a que transmite esperanza sobre lo que somos y está puesta en pantalla de forma experta – por lo que cuando funciona narrativamente su viaje es realmente magnífico – Interstellar no es la gran película que no pocos esperábamos ver. Aunque es ambiciosa y tiene buenas intenciones, no logra del todo su mezcla de emociones y ciencia por culpa de las decisiones que toma su guión, que no cubre del todo los vacíos que va creando toda su sobreexposición.
Sí, es la película menos fría de las que ha hecho Nolan, pero al mismo tiempo su corazón está mecanizado para latir justo en el momento indicado. Por eso termina “como debe terminar”, apelando a algo que se hace previsible ya que una y otra vez nos hablan de lo que quedó en La Tierra. Pero en un viaje hacia lo desconocido, ese probablemente no era el mejor camino.

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