Review | Mad Max: Fury Road


Nunca es tarde para una reseña. Menos sobre una obra maestra de acción, una rareza ante el cine mamón actual, con su propuesta explosiones, revolución y locos deformados post-apocalipticos que imponen su condición de mierdas de personas.
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¿Qué define a una obra maestra de acción? ¿Es la acción pirotécnica hecha con experticia? ¿Que cada plano esté creado de forma pulcra para entender a cada momento lo que está sucediendo? ¿El hecho de mezclar elementos digitales y prácticos para envolvernos ante sucesos explosivos?. Lo que tengo claro, al menos, es que responder a una sola de esas interrogantes, no nos da como resultado a una de esas raras grandes películas.
En el caso de Mad Max: Fury Road, responden a esas y un montón de preguntas más de forma positiva, con decisión, con sangre, sudor y balas, en una película distópica con voz y gónadas ováricas, que continuamente cuestiona a lo peor de la humanidad y demoniza lo que el hombre ha hecho históricamente. ¿Quién mató al mundo?, nos preguntan. Y el concepto dictatorial, demagógico y masculino de un mundo mezquino, es la respuesta.
 A diferencia de las dos primeras películas de la saga, que usan el colapso de la sociedad para expresar miedos hacia la criminalidad urbana, en Fury Road nos presentan la desintegración del mundo y una regresión hacia la barbarie, de la mano de la destrucción ecológica y la falta de recursos básicos. Un colapso nuclear mandó al carajo a la comunidad, pero en este caso la base esta mucho más relacionada con los temores de los efectos nocivos del cambio climático.
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No obstante, esta no es una moraleja sobre la devastación causada por el industrialismo y el poder económico de la sociedad occidental, sino que es un llamado al triunfo por sobre la tradición y los deseos primitivos de agrupaciones de personas impulsadas por la fe ciega. Y todo eso contado en un entorno apocalíptico, en donde un ser deforme y amoral llamado Inmortan Joe tiene el poder para subyugar sin oposición. Al menos hasta que alguien se aburre del sistema y decide arrancar. Un escape que, en última instancia, y más por azar que por determinación, da pie a una revolución.
Por un lado, la nueva película de George Miller es acción pirotécnica hecha con experticia, es una propuesta en donde cada plano está creado para no perderse, ya que nunca intentan desconcentrarnos como pasa en la mayoría de estas apuestas contemporáneas de cámaras con parkinson que engañan para dar una ilusión de movimiento. Es explosión al más alto nivel, que mezcla de forma notable elementos CGI con efectos prácticos, dando vida a cada plano de la película, lo que de por si debe ser celebrado ante una industria plagada de directores neófitos sin voz, sin visión.
En Mad Max Fury Road todo lo que sucede está en pantalla para que nos importe su premisa, sus personajes, su mundo. Para atraparnos con todo lo que está en juego, en una historia que tiene más fondo que una mera lectura superficial centrada solo en sus maravillosas explosiones de vehículos post-apocalípticos. Es una película que es un alegoría, no una simple persecución por un páramo desolado.
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Esta es además una película con gónadas y ovarios de hierro, que retuerce el estomago, dejando en claro que tiene caballos de fuerza para hacer cosas que habitualmente no encontramos en el entretenimiento masivo. Es una rareza, algo no habitual, como tienen que ser las grandes películas. Esta Mad Max es algo que debe ser celebrado por jugársela a salir del molde estúpido que semana a semana nos presentan los productos sin huevos de Hollywood.
Este tercer reinicio suave de la historia de Max Rockatansky, ahora interpretado por Tom Hardy, es básicamente la historia contada por otro. Es un relato más sobre esta leyenda salvadora post-apocalíptica, tal como sucedía en las otras películas. Pero, al mismo tiempo, de forma más relevanta el foco es una mujer, su misión, su agenda para corregir los errores que cometió al caer en el juego de los hombres y devolver la vida al mundo oprimido. Salvando, claro está, a las esposas de Inmortan Joe, quienes son usadas como parteras.
Tanto como la redención de Max, quien en el pasado no salvó a muchos otros, esto es sobre Furiosa, el personaje que interpreta de forma sólida Charlize Theron. Una mujer tan bien definida en el contexto de la historia, lo que es toda una rareza en el cine blockbuster de Hollywood, que genera que su misión por salvar a un grupo de mujeres violadas, no solo se transforma en la bandera de lucha contra el régimen corrupto, sino también en una travesía por dar con la esperanza. Un reflejo de que la mujer da vida y que los hombres, aquellos que corrompen con su poder, son sinónimo de destrucción.
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Pese a que durante gran parte de la película el foco es esta carrera continúa a través de un mundo desértico y sin esperanza, con la persecución que comete el grupo comandado por Inmortan Joe, el trasfondo es también una película quehabla sobre género, usando el contexto de fin de mundo para ese propósito.
Mad Max: Fury Road no es así solo una propuesta explosiva para escapar del mal sobre una máquina monstruosa, sino que también es poner en un pedestal el poder de la vagina como reflejo de vida, condenando la muerte de un patriarcado bárbaro que usa la doctrina religiosa y el sometimiento económico, para perpetuar su hegemonía.
Eso es precisamente lo que lo eleva su propuesta, ya que en el mundo de Mad Max: Fury Road nos presentan una base de historia que tiene suficiente material como para dar más que el bendito kaboom. Y es que los realizadores se esmeraron por pensar cada detalle de este mundo, por lo que se siente que los personajes menores no son un mero relleno de fondo. Que es lo que habitualmente sucede en las películas post-apocalípticas.
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Desde el tipo deformado que cuida los pozos de petróleo al demente con plomo hasta en los dientes, pasando por la mujer anciana tatuada o el loco maestro de la guitarra de fuego que comanda los acordes de la guerra, cada personaje secundario es un reflejo de la sustancia que tiene este mundo comandado por George Miller.
Por eso para mi es una tontera, pura ceguera y falta de comprensión, asegurar queMad Max: Fury Road tiene poca trama o estructura narrativa, asegurando que solo se fija en el escenario, el diseño de vestuario y los vehículos de guerra.
En el fondo, este es un clásico western cuya narrativa aborda un rescate de una horda de incivilizados y una travesía por dar con el refugio, en este caso el “lugar verde”, que servirá para alejarse de la violencia. Un esquema tradicional contado de forma mucho más creativa, ya que el enemigo es un ente consumista, de devoción fundamentalista y obstinado a mantener el statu-quo.
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En Mad Max: Fury Road hay una tradición establecida por décadas, que busca mantenerse inclusive teniendo como arma a la inmolación kamikaze, el suicidio por una ideología que abre las puertas al Valhalla, el paraíso. De ahí que un gancho importante son los war boys, los antagonistas secundarios dominados completamente por la máscara del orden, que no poseen ni individualidad ni libertad. Son cosas a disposición de Inmortan Joe, alienados en una yihad religiosaque los vuelve parte de un sistema que produce la peor de las desigualdades.
Por eso las esposas que escapan de Joe claman que: “no somos cosas”. Su protesta es un llamado a liberarse de esta tradición y cultura impuesta por la cabeza de la serpiente, separándose del retraso impuesto por la dictadura de un mundo de muerte y polvo.
Eso es graficado explícitamente en el rol de Nux (Nicholas Hoult), quien parte como una cosa y termina encontrando lo mejor de si mismo. Una situación que se explica por el hecho de que aquí es más relevante “la furia en la carretera” que el protagonismo de Mad Max. Y por eso la batalla final se define por la liberación de Furiosa y no por la acción del personaje titular.
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El rol del loco Max aquí es relevante, pero no determinante. Es quien guía hacia la revolución, apunta el camino, pero no es quien la conduce. Como en las otras películas, Max termina siendo un agente cuya leyenda será contada por otros que viven mejor en el futuro, un nombre que no será olvidado, pero que tampoco se quedará en un lugar para asentar cabeza. Por eso es el guerrero del camino. Por eso también está la frase final inventada: Dónde debemos ir nosotros, aquellos que vamos en este páramo desolado, en busca del mejor de nosotros mismos.
La fuerza de esta película se la debemos a George Miller, un director y guionista que a sus 70 años está más vigente que nunca, demostrando que ni todo el CGI del Hollywood actual puede igualar el ojo de un maestro que sí sabe contar una historia, con planos precisos y secuencias armadas con experticie.
Mad Max: Fury Road deja así un desafío a futuro, ya que su acción no será fácil de igualar. Esta es desde ya la mejor película de acción de la década. No solo eso, me atrevería a decir que pelea con argumentos el puesto de lo mejor de todos los tiempos. Aunque carece de un protagonista tan carismático como un John McClane, Mad Max vuelve a ocupar el sitial que le corresponde.
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Quizás Beyond Thunderdome no estuvo al nivel de Road Warrior, pero esta Fury Road es la obra maestra que Hollywood necesitaba para inspirar a otros a no jugar dentro de los márgenes. George Miller hizo algo que demuestra que el cine de género puede ser tan de autor y decir tantas cosas como cualquiera de esas películas sedientas de reconocimiento vía estatuillas.
Mad Max: Fury Road es el gran estreno del año, porque es acción pirotécnica hecha con experticia, en donde cada plano está creado de forma pulcra para entender a cada momento lo que está sucediendo, mezclando elementos digitales y prácticos para envolvernos ante sucesos explosivos, atrapando con personajes cuyo trasfondo permite expandir a cada minuto el mundo que nos crean. Mad Max: Fury Road es pura magia cinematográfica.

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