Review | The Raid 2


Esta secuela no solo es más grande que la primera, sino que también está entre lo mejor que se ha hecho en el género de las patadas y las balas. Es una obra maestra de acción.
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Rara vez uno puede hablar de películas perfectas. Pero The Raid 2 es la película de acción perfecta. Más allá de que hablar de perfección es algo subjetivo, esto creo que no da para debate. No estoy nublado por haberla visto hace poco. Realmente creo que así de buena es esta secuela. No solo potencia todo lo que ya hicieron en la primera entrega, sino que al contar con cuatro veces el presupuesto de la primera (que costó poco más de un millón de dólares), se las ingenian para crear secuencias de acción impresionantes que en Hollywood ya quisieran.
Sin la necesidad de pirotecnia digital, aquí tenemos puñetazos, patadas en el hocico, rodillazos, codazos, bates en la cabeza, martillazos en los pies, una persecución en auto para no creer y sangre por doquier. Todos elementos que llevan a declarar a Gareth Evans como el mejor director de acción de la actualidad. Eso ya ni siquiera está en discusión, viendo lo que puede hacer con un presupuesto que representa quizás lo que cuesta el catering de un proyecto gringo. Hay cosas que hace con la cámara que uno realmente no puede creer.
The Raid 2 además es más que una seguidilla de secuencias de acción a toda zorra. La primera entrega de hecho era eso, presentándonos la historia del novato Rama (Iko Uwais) y cómo debe infiltrarse en un edificio controlado por un gángster, no solo batallando a golpe limpio contra los patos malos, sino que además confrontando la corrupción policíaca. Una gran secuencia de acción continua en 100 minutos de pura adrenalina brutal. Para esta secuela no buscan replicar la fórmula, ya que desarrollan todo su mundo criminal, con las traiciones y juegos de poder del bajo mundo, a partir de una premisa que ahora no se desarrolla solo en horas. Aquí todo toma un par de años.
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Esta segunda parte comienza solo un par de horas después de The Raid, estableciendo rápidamente que aún no hemos visto nada de las mafias de Indonesia. En sus primeros minutos no solo matan a casi todos los personajes que sobreviven en la primera, sino que se da a conocer que todo lo que hizo Rama en la primera no servirá de nada. De hecho, solo ha puesto a su familia en riesgo. Están en la mira de los grandes jefes criminales y los policías corruptos que están a su servicio, que harán todo para no soltar la lucrativa teta que maman.
Pero en esta película sobre una mafia cuyos asesinatos no son concretados con metralletas, sino que con puños y armas con filo, Rama debe dejar su identidad de lado. Debe aceptar pasar un tiempo en prisión, acercarse en la cárcel al hijo de uno de los líderes criminales y comenzar a trabajar para lograr el objetivo final: desenmascarar a los agentes que trabajan para la mafia. Pero las cosas no salen como esperaba y Rama debe pasar años en prisión, reinventándose en el proceso, siempre recordando que su hermano fue asesinado por uno de los líderes criminales de poca monta.
Este último es un villano que quiere desestabilizar el stato quo, ya que mientras el viejo líder de la mafia de Indonesia juega con las reglas del respeto para no desatar la guerra contra la mafia japonesa, el tipo que mató al hermano de Rama quiere sembrar el caos para su propio beneficio. Y obviamente, en medio de todo ese juego, de mafia contra mafia, de policías contra policías, Rama parece no tener escapatoria más que trepar en los rangos gángsteriles.
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A partir de ahí, Gareth Evans utiliza a toda la ciudad para crear su tablero de violencia. Guaridas de patos malos, callejones, restaurantes, clubs nocturnos, vagones de metro, peleas en medio de la nieve. Todo sirve de escenarios en esta película, que incluye una pelea en una cocina que debe estar entre lo mejor que se ha hecho en secuencias de combate en la historia del cine y una notable persecución automovilística que hace cosas que ni las Rápido y Furioso han hecho.
Más aún, cada pelea es distinta al resto, innovando a cada paso, patada y puñete. Gareth Evans toma la cámara y sigue los combates por cada rincón, a través de ventanas y paredes. Y como este director es muy creativo, agrega algo novedoso a cada secuencia de acción. En la primera película, por ejemplo, hay un momento de maestría que siempre recuerdo. Acorralados, los policías disparan al suelo y hacen un forado, al cual saltan para salvarse. ¿Qué hace la cámara ahí? Los sigue sin perder nunca el foco.
En la secuela Evans lleva todo eso al siguiente nivel. La cámara se mete a rincones imposibles y pone pausa cuando debe, para deleitarse con las habilidades de cada combatiente. Pero ltambién se desliza en el aire para saltar de un auto a otro. Enfocándose en las heridas, los cráneos, la sangre. Metiéndose en lugares muy confinados, ya sea en un baño de la prisión o en un auto en donde Rama se las ingenia para pelear contra otros cuatro tipos. Nunca los tiros de cámara están en detrimento de la fluidez de cada pelea. Todo es un plus.
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Los combates uno a uno, además, no están de agregado solo por para rellanar el tiempo de metraje. Cumplen una función a partir de la historia. Si uno podía argumentar que el “problema” de la primera radicaba en el poco desarrollo y espacio que se daba a sus personajes, aquí se las ingenia no solo para presentar a cada uno de los nuevos rostros, sino que inclusive ocupan las peleas para establecer a personajes secundarios, los cuales le dan toda una característica particular a la película.
Estos nuevos rostros están definidos por sus estilos de combate. Ahí está el tipo invencible que usa un machete (interpretado por el “Perro Loco” de la primera), el otro que tiene una pelota y un bate de béisbol, la letal mina sorda del martillo y el cabrón asesino del combate final, que utiliza la misma arte marcial (Pencak Silat) que nuestro protagonista. Y cada choque en el que están involucrados, cuenta su propia historia. Ya sea porque un tipo busca sobrevivir a como de lugar porque solo quiere volver a ver a su hijo, las peleas en desventaja en donde ni 20 tipos pueden contra uno solo ya que son demasiado maestros o los enfrentamientos uno a uno en donde Rama va conociendo el estilo de su rival a cada puñetazo, acomodándose a cada estilo particular.
Todo eso suma a una película que es para gozar con montones de momentos que desencajan la mandíbula, que llevan a que uno aplauda ante tanta maestría. Aquí no hay uno solo. Cada pelea tiene su clímax para ponerse de pie y aplaudir.Piernas quebradas, brazos rotos cráneos hechos puré. Acción pura, dura, bruta. Sus coreografías son maravillosas, una delicia para las pupilas.
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Pero lo satisfactorio de The Raid 2 es que además todo eso está situado en medio de toda esa historia criminal bien armada y que, aunque se desarrolla por dos horas y media, nunca decae. El ritmo está muy bien manejado por Evans, quien además de escribir y dirigir también las oficia de editor. El pobre Rama no la tiene fácil, mientras desmadejan una historia de corrupción y traiciones, de cómo organizaciones criminales se pueden ir al carajo cortesía de la codicia, pero también por los impulsos basados en las emociones que llevan a malas decisiones. Esa historia engancha, aquí no todo es pura pelea.
Los minutos finales dejan el camino para la ya planificada The Raid 3, siguiendo la idea central de la película: el crimen es una historia de nunca acabar. Pero más allá de que el cuento de Rama aún no ha terminado, esta secuela es definitivamente se vale por si misma. No solo por sus combates y el trabajo de cámara asociado a estos, sino también porque expandieron el mundo de The Raid de una forma que pocos hubiesen esperado tras la confinada primera entrega.
Gareth Evans logró superarse a si mismo, con una extensión que no es para nada un calco. En Estados Unidos habitualmente hacen secuelas en donde simplemente toman un esquema y lo replican con elementos más grandes. Pero esto no es Duro de Matar 2. Esto no es John McClane nuevamente encontrándose en el lugar equivocado una vez más.
The Raid 2 es una patada en las bolas al modo en que hacen las franquicias en Hollywood, los deja de rodillas. The Raid 2 los deja en vergüenza, por lo que logra hacer aún cuando existe una abismal diferencia de presupuestos. Y ante eso, la maestría cinematográfica de Gareth Evans, no queda otra que rendirse ante el nuevo rey de la acción y esta obra maestra.

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