Review | Robocop


Sin foco ni la gracia del original, este remake propone una reimaginación del mejor policía de Detroit que en su último acto ya está completamente fundida.
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El mayor problema con los remakes no tiene relación directa con la apatía general que despiertan. Está claro: no queremos remakes de aquellos proyectos cinematográficos que más pasiones nos despiertan, porque no vemos la necesidad de que estos sean concretados. Menos cuando generalmente los blandos resultados desconciertan, defraudan o simplemente patean las bolas por ser reenvasados sin alma ni mayor visión que buscan sacar el jugo a la nostalgia. ¿Que tiene que ir una frase del original?, listo. ¿Un guiño a una escena?, hecho.
Pero en Hollywood viven y mueren por las marcas, razón por la que siempre habrá nuevas versiones de algo que en el pasado ya funcionó por A, B o C. Así que basta de llantos, no tiene sentido cuestionarse por qué los hacen y lo único que resta es alguna vez volver a ver golazos como The Thing, pues el verdadero problema de los remakes, y no olvidemos que vaya que hay algunos que sí funcionan, radica cuando algo pierde el norte y se aleja del espíritu original. En este caso, la base de la película de 1987.
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Entonces, ¿qué esperar de una nueva versión de Robocop? ¿Cuál es la base que debe sustentar toda la reinvención de un clásico como el de Paul Verhoeven? ¿Qué deben mantener si deciden cambiar todo el resto de lo que entendemos por el mejor policía de Detroit? ¿Es la violencia pornográficamente sangrienta explota cuerpos a balazo limpio? ¿La agenda pro conservadores de un agente de la ley que mata indiscriminadamente a quienes quebrantan las reglas? ¿Es la sátira agresiva sobre el corporativismo? ¿El sustento religioso que hay tras la muerte y resurrección de Alex Murphy?
Y a grandes rasgos, aún cuando reinventen o modifiquen algunas de esas ideas, lo único que no pueden cambiar es la columna vertebral del personaje: una máquina que batalla contra su programa, sus directivas, para mantener lo poco y nada de ese ser humano que protegía la ley. A partir de ahí, la nueva versión dirigida por José Padilha (Tropa de Élite) decidió jugar en esa base agregando mucho de teleserie de drama familiar, mientras reinventa casi todo el resto en una nueva versión que se la juega por plantear muchas cosas, pero al mismo tiempo no ser ninguna de ellas.
Muchas de esas ideas nuevas dan cuenta de un escenario en el que uno queda con la impresión de que, porque simplemente no hacen click, son algo así como el primer mojón que se les ocurrió cagar. No más. Por ejemplo, si en el original el teniente Murphy de Peter Weller fallecía de forma cruel en una acción policíaca que inicialmente parece normal, en esta nueva película generan una conspiración de corrupción contra el personaje que interpreta Joel Kinnaman. Por eso sufre un atentado de un auto-bomba. Así de charcha, penca, nefasto, funesto. Un giro a años luz de la gloriosa carnicería original.
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En esa línea, quizás el cambio más importante – y de mayor influencia – es que en este remake Murphy no muere para transformarse en un monstruo mecánico.  Como la historia de su esposa tiene más relevancia, es ella quien decide que el policía sea sometido a la operación que lo convertirá en Robocop. Por ende, el cerebro de Murphy no queda en blanco, tiene todos sus recuerdos y básicamente sigue siendo el mismo de siempre tras la operación. Sabe quién es, pide que lo maten por lo que le han hecho, no soporta verse al espejo y su familia tiene la tonta esperanza de que pueden seguir viviendo juntos. Algo muy distinto a la propuesta en donde el asesinado policía recuperaba recuerdos, cortesía de una señal tipo virus en su propio visor, solo después de transformarse en Robocop. Aquí todos lo llaman Murphy desde el primer minuto.
Es un dramón para un Robocop que busca avanzar enfatizando en aspectos más emocionales, lanzados al medio solo para intentar dar más peso al personaje principal, en una historia que agrega a la mezcla el hecho de que la OCP puede meterse con el cerebro de Robocop. Para lograr que la máquina controle a la poca carne que queda. De hecho, en esta versión, la compañía puede prender y apagar a Murphy a placer. Es un títere. Y aquello juega en contra de lo que la mayoría entiende por el personaje. Más aún, aquí las directivas de Robocop no existen. Si en el original existían reglas básicas que guiaban su conducta, haciendo un paralelo a las leyes de la robótica de Asimov, aquí no hay de eso. Con suerte una estúpida pulsera roja de la que sólo se acuerdan en su flojo último tercio.
Además, como este remake no tiene una posición sólida sobre el futuro que propone, hay cosas que desconciertan por lo blando de su apuesta para toda la familia, pasada por un cedazo que lo transforma todo en pura papilla, sin consistencia, sin textura. De ahí que, como acertadamente evaluaron que sería demasiado calco el recuperar a aquellos comerciales que usaba la edición de la película de Verhoeven, dando pinceladas sobre el universo en el que se mueve Robocop, aquí decidieron agregar una serie de segmentos televisivos centrados en un insufrible personaje interpretado por Samuel L. Jackson. Uno que retrata los postulados de los villanos del cuento, pero de la forma más aburrida posible.
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Al fondo de este Robocop versión 2014, todo gira en el marco del complejo industrial-militar. Una importante compañía ha logrado instalar robots que protegen la seguridad en todo el mundo… salvo en Estados Unidos. Como existe una ley que impide el uso de drones en el suelo del Tío Sam, y la opinión pública la apaña, la OCP no puede obtener ganancias en ese importante mercado. De ahí que la ficticia mega corporación ya no es el ente todo poderoso que prácticamente es dueño de Detroit. Lo suyo aquí es jugar con las armas del marketing, con Robocop como su gran juguete, que le permitan cambiar las reglas del juego. Así que en resumen, lo que aquí está en juego es hacer caer una ley. No es chiste.
Aún cuando eso nos genere pura maldita apatía, es esa clase de elementos son los que remarcan que esta no es una película vacía sin ideas. Nos guste o no, hay propuestas para la reinvención de la historia de cómo un tipo queda reducido a una monstruosidad mecánica que no debería estar con vida. Pero aunque algunos nuevos elementos funcionan, y es a toda zorra ver a Murphy reducido a una cabeza y un par de pulmones, uno no puede quedar satisfecho simplemente porque “lo intentaron”. Esta es una película castrada, sin huevos.
Para peor, la película queda al debe en lo que concierne a la acción. Aunque hay una escena que destaca por sobre el resto, en donde Robocop se enfrenta a sus asesinos con visión nocturna en la que Padilha juega con la luz y los efectos digitales, hay mucho del CGI genérico y sin alma que tiene a Hollywood en un pozo hace mucho rato. Gran parte de esto se debe a la idea de transformar al personaje en algo más cercano a un superhéroe con armadura, un mero remedo de Iron Man, que en el robótico policía de aspecto inhumano que aún así tenía alma. Uno que corre y da saltos con giros en el aire.
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Y mientras uno tenía claro hace rato que lo menos que podría esperarse era violencia en dosis similares al original, otra gran deuda de la película es la falta de villanos de nivel. Aunque Michael Keaton cumple en lo que le toca, es demasiado notoria la ausencia de un malandra como Clarence Boddicker o un ejecutivo completamente hijo de puta como el Dick Jones interpretado por Ronny Cox. Los personajes que rodean a este Robocop no tienen mayor chiste, pese a que el elenco que lograron juntar aquí era quizás uno de los principales ganchos para darle a este remake una oportunidad. El mejor ejemplo es la versión de Lewis, la compañera de Robocop, que es quizás lo peor de esta reimaginación.
Si una palabra define a esta nueva versión, es total y absoluto desgano. Quizás es la falta de un foco que destaque al ser más rebuscada de lo que debería ser, ya que aquí todo queda a medio camino en su historia de venganza y corrupción policíaca en un drama familiar, que en el medio tiene el debate sobre los drones, la sátira al poder tendencioso de la prensa y el poder de las corporaciones. Quizás es simplemente su tono. Pero al final tampoco ya importa mucho profundizar en los cómos y porqués. Este remake de Robocop queda atrapado ahí junto a otras nuevas versiones desabridas como Total Recall. Para ver una vez y chao, porque si te he visto, no me acuerdo. Y ese también es un insulto al original.

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